La principal característica de la acerola es el altísimo contenido en vitamina C que posee, unas 80 veces superior al de una naranja, aportando también muchos otros nutrientes indispensables para el organismo como minerales (calcio, hierro, fósforo), vitaminas (B1, B2, B6), carbohidratos, carotenoides y bioflavonoides.
Este fruto se utiliza como antiséptico, antinflamatorio, astringente, antioxidante y diurético.
Es eficaz para disminuir los síntomas de cansancio, estrés, fatiga y astenia. También refuerza el sistema inmunológico ayudando a prevenir resfriados, gripes e infecciones. Tiene la cualidad de bajar y controlar los niveles de colesterol en el organismo.
La acerola es un potente antioxidante, que retarda notablemente el envejecimiento prematuro tanto celular como de tejidos evitando la formación de enfermedades degenerativas. Debido a la gran cantidad de vitamina C que posee nos ayuda a combatir los estados depresivos proporcionando energía. También actúa sobre la coagulación sanguínea y de esa manera acelera la cicatrización de heridas, inclusive en procesos post operatorios.
Además previene las enfermedades de corazón ya que fortifica las venas y arterias dándoles mayor elasticidad.
Acciones de alta demanda, como embarazo, lactancia, tabaquismo, ejercicio físico o infecciones, requieren aportes superiores de ácido ascórbico. Al tratarse de una vitamina hidrosoluble, su ingesta es segura incluso hasta dosis diarias de 2.000 mg. De todos modos, los pacientes con enfermedades renales no deberían ingerir dosis elevadas de vitamina C, ya que su excreción renal podría agravar su estado.