La Vitamina C, conocida como ácido ascórbico, es un nutriente hidrosoluble que actúa en nuestro organismo, como un agente antioxidante. Protege a la célula de los daños ocasionados por los radicales libres. Estos agentes oxidantes pueden generarse en la misma célula o aportarse de forma externa por tóxicos ambientales, como la contaminación del aire, el humo del tabaco o la radiación UV. Al ser un donador de electrones, contribuye a la prevención del daño oxidativo y este mecanismo resulta beneficioso en caso de aterosclerosis (a través de la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad) o diabetes tipo II (a través del estrés oxidativo de las células beta).
La vitamina C también es necesaria para la producción de L-carnitina y colágeno, la principal proteína del tejido conjuntivo y necesaria para la correcta cicatrización de heridas. El ácido ascórbico actúa como desbloqueante enzimático de la prolilhidrolixasa, necesaria para activar los residuos de prolina de las cadenas de colágeno. Por otra parte, la vitamina C favorece la absorción del hierro, especialmente el no heme, de origen vegetal o lácteo, mediante la reducción de Fe a Fe. Aproximadamente el 85% del hierro de la dieta se presenta en forma no heme, pero su absorción se limita a un 5-10%. La vitamina C favorece el aumento de esa absorción.
Además, el ácido ascórbico ejerce un papel fundamental en el correcto funcionamiento del sistema inmunitario. Se ha evidenciado que la vitamina C reduce la duración y la severidad de diferentes infecciones respiratorias (resfriado común, gripe o neumonía, entre otras) a través de diferentes mecanismos metabólicos, como el mantenimiento de la barrera epitelial (al promover la síntesis de colágeno), o la estimulación de las funciones de la serie blanca (especialmente neutrófilos y monocitos).
Un déficit de vitamina C puede presentar un cuadro conocido como escorbuto, que se inicia de forma muy inespecífica (fiebre, dolores musculares) y termina con la característica inflamación de las encías y las parálisis musculares, que no son reales, sino consecuencia del intenso dolor muscular. Otros síntomas son cuadros de anemia, sequedad en piel u ojos, sangrados y debilidad muscular.
Aunque los valores de referencia de nutrientes a nivel europeo establecen una horquilla entre 12 y 80 mg de ingesta de vitamina C por día, las situaciones de alta demanda, como embarazo, lactancia, tabaquismo, ejercicio físico o infecciones, requieren aportes superiores de ácido ascórbico. Al tratarse de una vitamina hidrosoluble, su ingesta es segura incluso hasta dosis diarias de 2.000 mg. De todos modos, los pacientes con enfermedades renales no deberían ingerir dosis elevadas de vitamina C, ya que su excreción renal podría agravar su estado.
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